El atardecer
Era un atardecer de
otoño. Yo estaba caminando por ese hermoso lugar. Los caballos
hacían del campo un magnífico espacio. Me brindaba mucha paz y
siempre anhelaba estar allí.
De repente algo rompió
esa paz. En ese instante veo mucha gente que se acercaba queriendo
romper la calma. Inmediatamente me impuse. No soportaba ver que
venían a destruir tan increíble lugar.
En ese momento todo se
revolucionó. Los caballos se enloquecieron, también ellos sentían
que perdían su lugar. Nadie entendía lo que yo sentía al estar
allí. Les hablé y se negaban a irse, pero insistí, y entendieron
finalmente que significaba estar allí no solo para mi sino también
para los animales que lo habitaban.
Las personas se fueron
en ese instante y yo sentí como volvía la paz y todo lentamente se
tranquilizaba. Eramos otra vez los caballos, el atardecer, y yo,
hermanados en ese equilibrio, y los disfruté como nunca.
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