Calladita


        Hermoso parque, ¿no creés? Es tan lindo, desde su verde y precioso
paisaje, hasta la tranquilidad que irradia. Hermoso como para pasar en
familia, con amigos o en pareja. Su silencio tan exquisito a pesar de
estar en medio de una ciudad es tan perfecto y tranquilo que nadie
sospecharía jamás que fue el peor escenario para una adolescente de
tan solo catorce años.

        Belén, así se llamaba, chica responsable e inteligente, amable y al
mimso tiempo un poco ingenua. No era muy grande físicamente. Con sus
ojos verdes y su piel morena cautivaba a cualquier chico. Y Así lo
hizo con Mateo, un chico un par de años mayor que ella, bueno,
respetuoso y responsable, o al menos ella así lo creía.

        Según Belén su relación era perfecta, pero nada era realmente como
ella lo contaba.
Mateo la amenazaba, le decía que acabría con ella y con su familia, y
la obligaba a realizar actos por dinero quedándose con todo.

-¡Belén! -la llamó un día- hoy vas a ir a la casa de unos amigos, y
quiero que hagas todo lo que te pidan.
-Así será- respondió ella, con la vista fija en el suelo.
-Así me gusta. ¿Cómo se dice?-
-”Calladita”- respondió ella temerosa.

        Unas horas mas tarde fue hasta el lugar que tenía un aspecto amigable
y acogedora, pero dentro de esas paredes se preparaba su infierno. La
recibieron tres hombres. Una y otra vez abusaron de ella: la
amarraron,  golpearon, y violaron, hasta que se hartaron de hacerlo y
por fin le dieron el dinero. Cuando volvió a su casa entró por la
puerta trasera para no ser vista, se duchó, se cubrió los moretones, y
simplemente fingió una sonrisa, en la que su familia creía porque
quién iba a pensar que le podría estar pasando algo. ¿Cómo podría
haberle pasado algo a esa niña si siempre era tan buena y “calladita”?

        Al día siguiente Mateo la esperaba a la salida del liceo para
encomendarle su nueva tarea, pero esta vez no se trataba de que
vendiera su cuerpo; esta vez tenía que matar a alguien. Era su vida o
la de alguien más. Tendría que cumplir su tarea en medio de la
madrugada y en aquel parque para evitar testigos.
        La presión comenzó a desbordarla y no podía soportarla. Sabía que si
decía algo alguien de su familia pagaría el precio. Entonces fue esa
noche. El parque estaba en silencio. Encontró a esa persona pero no la
mató; en lugar de dispararle le dijo que escapara, y se quedó sola,
sentada un buen rato, pensando y revolviendo en su mente, hasta que
simplemente gritó, gritó y sacó toda su furia contra Mateo, para no
estar más “calladita”.

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